27 septiembre, 2023

Bogotá sin rumbo fijo en su lucha contra el COVID 19. Cada día una nueva ruta que poco funciona

Roces con el gobierno central, desigualdades económicas y violencia policial han marcado el manejo de la pandemia por parte de Claudia López.

Nadia Pérez Guevara*

De la firmeza a la resignación

La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, empezó su mandato poco antes de la pandemia que cambió la hoja de ruta de la ciudad. Pero también, la crisis sanitaria le ha permitido ratificar su talante y su estilo de liderazgo.

López cuenta con un alto índice de aprobación en el manejo de la crisis: según la última encuesta, su favorabilidad es del 78% frente al 63% del presidente Duque.

Al comienzo de la crisis, la alcaldesa se mostró ecuánime y decidida a tomar medidas pese a que, igual que muchos otros gobernantes, había dicho antes que la COVID-19 era “una gripa común”.

La posición de López contrastó con el silencio y la demora en tomar decisiones por parte del gobierno nacional. Sin embargo, con el paso del tiempo, sus intervenciones se han vuelto amonestaciones disciplinantes, palabras poco claras o discursos airados ante las críticas.

Al principio la alcaldesa criticó y se resistió a cada decisión del gobierno nacional, pero hoy en día ha bajado su tono. Sus actuaciones, que al principio fueron vistas como posiciones firmes para enfrentar una crisis, pasaron a ser acciones de contención frente a las malas decisiones del presidente.

Por ejemplo, a raíz del día sin Impuesto al Valor Agregado (IVA) de este viernes 19 de junio, la alcaldesa declaró que equivocarse es de humanos y llamó a la calma—pese a que primeras horas de la madrugada ya se veían los desmanes y el incumplimiento de las medidas de bioseguridad por parte de los bogotanos y de los comerciantes—.

Para entender su gestión es necesario resaltar de su gobierno:

  1. La tensión con el gobierno nacional,
  2. Las medidas y acciones para hacer frente a la crisis, y
  3. Su estilo de liderazgo.

Roces con el presidente

Durante los primeros—y decisivos—días de propagación del virus, López tomó ventaja en las encuestas, debido a la falta de liderazgo del presidente Duque, que en un principio se negó a declarar la cuarentena.

Este comienzo sacó a la luz las tensiones entre el poder central y el municipal.

Cuando se descubrió el primer caso de COVID-19 en Colombia, López solicitó de inmediato la suspensión de los vuelos provenientes de Europa, así como el control de la inmigración venezolana; este fue el primer roce con Duque, quien se negó a cerrar el aeropuerto durante otras dos semanas.

Por esos días, López comenzó a advertir sobre el cierre de la ciudad si los ciudadanos no cumplían con las medidas de autocuidado y si el presidente no tomaba medidas al respecto.

López decretó un “simulacro vital” consistente en el confinamiento voluntario durante el puente festivo del 2o de marzo. Con esto la Alcaldía apeló a la colaboración de la ciudadanía, al tiempo que evitaba las tensiones con el gobierno nacional. Otros alcaldes y gobernadores decretaron toques de queda y cierre de fronteras de sus municipios o departamentos, antes también de comenzar la cuarentena obligatoria que dispuso el presidente (24 de marzo).Manejo de la pandemia en Bogotá

Foto: Facebook Claudia López
Claudia López ha aumentado su popularidad a raíz del liderazgo que ha mostrado en el manejo de la pandemia.

Lo anterior permitió que la alcaldesa de la primera ciudad del país tomara el liderazgo ante la lentitud del presidente, que en principio delegó la tarea al Ministerio del Interior.

Pero esa delegación dio lugar a nuevos roces, pues en más de una ocasión la ministra Alicia Arango reiteró que quien tomaba las decisiones era el presidente y que los alcaldes no tenían competencia para expedir normas sobre el manejo de la pandemia.

La tercera tensión se dio cuando Duque expresó su intención de comenzar la apertura gradual de la economía, idea con la cual la Alcaldía estuvo en desacuerdo. El flujo de personas en las calles bogotanas aumentó y con ello, por supuesto, aumentaron los contagios.

Por este motivo, el Distrito declaró alerta naranja, asumió el manejo de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) públicas y privadas de la ciudad, y también de los recursos que provenían del Ministerio de salud.

Pero más pronto que tarde, la tensión fue dando paso a la coordinación, y el presidente apareció al lado de la alcaldesa en sus anuncios principales. La disputa por la imagen disminuyó con la emisión diaria del presidente en todas las cadenas de televisión con su programa “Prevención y acción”.

Puede leer: Las disputas para gobernar durante la pandemia

El fantasma de la desigualdad

Desde la confirmación del primer caso en Bogotá, el Distrito volcó sus esfuerzos en:

  • Difundir información para prevenir la propagación del virus,
  • Adecuar las instalaciones de Corferias para la atención hospitalaria en caso de crisis, y
  • Vigilar el confinamiento obligatorio cuando fue impuesto por Duque.

Pero el confinamiento desde un comienzo sacó a relucir la desigualdad social y la realidad de la población que depende de la economía informal.

En los barrios de mayor escasez, los vecinos empezaron a colgar trapos rojos  en las ventanas a modo de petición de auxilio.  El hambre desembocó en protestas en las zonas vulnerables que reclamaban ayudas del gobierno.

Las ayudas que comenzaron a entregarse el 14 de abril no fueron distribuidas de manera exitosa, y no es claro si apenas fue entregado un mercado por familia durante toda la cuarentena.

Contener la propagación del virus en localidades como Kennedy, Bosa y Suba no fue fácil, de modo que la Alcaldía declaró alerta amarilla o naranja en estas zonas de cuidado especial. Pero no fue posible mantener confinada a la población debido a sus necesidades de trabajo y de desplazamiento en condiciones de pobreza.

No todos pueden trabajar desde sus casas, y esto de por sí ya implica que el uso del transporte público se convirtiera en otro dolor de cabeza. En varias ocasiones López amenazó con cerrar el sistema si no se cumplía con los protocolos de bioseguridad.

Otra medida para controlar el flujo callejero fue el “pico y género”, o reserva de ciertos días de la semana para circulación en el espacio público según el sexo de los transeúntes.

La medida fue criticada por la carga de género que parecía implicar y por la discriminación hacia personas transgénero. Y en efecto, la medida tuvo que ser cambiada, debido tanto a los abusos policiales como a la actitud transfóbica de la población: en bancos y supermercados, los empleados le negaron la entrada a la comunidad trans.Bogotá solidaria
En Bogotá se han impulsado programas como “Bogotá Solidaria” para llevar mercados a quienes tienen problemas económicos. La ciudadanía se queja por su ineficacia, solo le entregan a determinadas personas que nadie sabe como lograron el milagro. Ahora anuncian renta fija solidaria pero ni responden el teléfono para pedir dicha renta Esto dice la alcaldía pero no es cierto. Se hacen cosas pero son insufucuentes

Renta básica garantizada para el pico de la pandemia

Durante el periodo que duren las cuarentenas localizadas, 550.000 familias pobres y vulnerables recibirán giro del Sistema Bogotá Solidaria en Casa, con el fin de garantizar una renta básica durante el pico de la pandemia. El monto de este giro será de 240 mil pesos que se realizará de manera conjunta entre Bogotá y la Nación. Adicionalmente y también de manera conjunta se entregarán 150 mil mercados.

Las familias de estas localidades que deseen acceder a este beneficio y no estén registrados en la base de datos, podrán hacerlo mediante la aplicación Bogotá

Puede leer: La COVID-19 disparará la pobreza: ¿qué puede hacer el gobierno?

Protestas y abusos policiales

A pesar del eslogan Bogotá Cuidadora, el Distrito ha recurrido a la fuerza desmedida en los casos de protesta, y al abuso policial para garantizar el cumplimiento de la cuarentena.

Este es el caso de Corabastos, el principal centro mayorista del país, pues la amenaza de cierre dio lugar a protestas por parte de sus trabajadores, y al uso de la fuerza por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD).

Importa recordar que este fue un tema central durante la campaña que llevó a la elección de Claudia López—entonces a propósito de las movilizaciones del 21N y el asesinato de Dylan Cruz en una protesta—. La entonces candidata declaró varias veces que iba a recurrir al diálogo antes de hacer uso del ESMAD.

Pero a pesar de la promesa, el ESMAD fue el primer recurso frente a las protestas. Durante la última semana este escuadrón ha sido el protagonista en las manifestaciones relacionadas con la discriminación racial en todo el mundo, y apenas gracias a la presión de ciudadana y la de algunas organizaciones sociales, en   algunos casos las autoridades acudieron al diálogo.

Más alarmantes todavía han sido los desalojos en Altos de la Estancia. Si bien las urbanizaciones ilegales son un problema en Bogotá, es inadmisible que en plena crisis y en medio de una cuarentena, la Alcaldía decida desalojar a cientos de familias. Y peor aún, recurrir a la fuerza en los operativos.

Las protestas fueron señaladas por la alcaldesa como “jugadas politiqueras patrocinada por políticos” o como simples casos de vandalismo. Esto sin mencionar su modo de justificar algunos hechos, como en el caso de la menor de edad que acabó  manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) después de la movilización por el Black Lives Matter.

Estilo de liderazgo

Claudia López ha ganado presencia en la escena política nacional por sus denuncias sobre el paramilitarismo y sobre la corrupción, como también por proyectarse como   figura pública de carácter beligerante.

Esto le ha permitido ganar apoyos, pero también ha sido su principal debilidad en la Alcaldía. En más de una ocasión, la alcaldesa ha tenido que rectificar o al menos matizar sus declaraciones. También ha sido su mayor debilidad durante la contingencia.

Su estilo beligerante se ha transformando en un discurso sancionatorio. Al igual que Antanas Mockus, López entiende una cultura ciudadana basada en la sanción social. Sus declaraciones se centran en el comportamiento individual y en las consecuencias que puede traer el mal comportamiento.

Lo que en principio se vio como pedagogía acabó por convertirse en una especie de cátedra con visos de regaño, que además y en ciertos casos confunde a la ciudadanía con tanta información. Otros sectores de la población estiman simplemente que la alcaldesa es una persona autoritaria.

Todo eso se refleja en la respuesta de López a los abusos de la policía. Se han dado disculpas públicas, pero el Distrito no asume ninguna responsabilidad; por el contrario, la alcaldesa subraya cada vez la necesidad del buen comportamiento y el respeto de las normas por parte de los bogotanos.

En sus recorridos por la ciudad, López, con megáfono en mano, invita a los ciudadanos a protegerse y a salir con tapabocas. Pero también ha llamado la atención en tono airado a transeúntes y tenderos por no llevar el tapabocas. Y no ha mostrado la misma contundencia cuando se trata de sancionar instituciones o a grandes empresas.

El manejo de la pandemia es político, pues los resultados de la gestión pueden proyectar o debilitar a los líderes locales. En el caso de Bogotá, podríamos estar hablando de las presidenciales del 2022. Claudia López lo sabe, y ojalá que lo olvide por completo mientras tengamos la ciudad sumida en esta crisis.

*Politóloga de la Universidad Nacional y profesora asociada de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.

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